Mi historia
Laces, con sus castillos y sus fortalezas, es el espectáculo que Martin Astfäller tiene la suerte de contemplar cada vez que trabaja en sus huertos. Los terrenos son una herencia; una empresa familiar en el sentido más literal. Precisamente Martin cuenta con las expertas manos de su padre y de su mujer, que lo ayudan siempre que es necesario.
En 1998 decidió pasar del cultivo convencional al biológico. Sus conocimientos en la materia son fruto de lo aprendido en la Escuela profesional de fruti-, viti-, horti- y floricultura Laimburg. “Mi objetivo es obtener frutas sanos y naturales. Productos que me beneficien no solo a mí, sino también a la Val Venosta y a todos los que consumirán mis manzanas”.
Para él, biológico es sinónimo de sostenibilidad y preocupación por el medio ambiente, así como de actividades destinadas a mejorar nuestro futuro. Quizá sea por esto que Martin adora el otoño, porque en esta estación se recolectan las manzanas y se recogen los frutos de un año entero de actividad y exigencia. Que el trabajo contribuye a endulzar la vida lo descubre cada vez que muerde una de sus manzanas Gala, la primera variedad que se recolecta.
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