Cultivé espárragos durante 26 años. Hasta el 2016. Quería comenzar un nuevo ciclo convirtiéndome en cultivador de manzanas. El suelo estaba demasiado cansado para seguir cultivando espárragos, pero podía ser bueno para un nuevo fruto. Y la calidad de mis manzanas orgánicas demuestra que hice bien. Me gusta experimentar con nuevas ideas y, por eso, hace poco dediqué un tercio de mi tierra a cultivar uvas blancas. Estos dos tipos de cultivo me dan una sensación de seguridad.

La ubicación de mi granja, que gestiono junto con mi mujer, es ideal para el cultivo orgánico: soleado, ventoso, entre el bosque y el río, y en las inmediaciones de la Iglesia de San Próculo en Naturno. Aquí todo crece bajo buenos auspicios y mis manzanas desarrollan los mejores aromas. En las empinadas laderas, donde el cultivo de manzanas requiere mucho trabajo, planté vides. Entre la cosecha de mis manzanas rojas Gala y las crujientes Golden me dedico a la vendimia. Entrego mis uvas a expertos vinicultores que las usan para la producción de maravillosos vinos Pinot Bianco, Sauvignon y Kerner. En el vino siento los aromas de mi tierra: ortiga y saúco para el Sauvignon, y manzanas en las cosechas duras. Así el ciclo aromático se cierra.

El cuidado de los huertos de manzanas es muy exigente, sin embargo, el trabajo en el viñedo me permite desacelerar. Gran parte del trabajo se hace a mano. Puedo saborear los aromas de montaña de mis manzanas durante la cosecha, mientras que para el vino tengo que esperar dos años hasta la venta. En ambos casos la tensión sigue siendo alta. Mi trabajo como productor orgánico a tiempo completo ocupa todo mi tiempo, en la teoría y en la práctica. Asisto regularmente a cursos en los que adquiero nuevos conocimientos sobre lo orgánico. Para mí y mi tierra. Solo el suelo fértil puede producir buenos aromas. Tienes que evolucionar constantemente; no importa si se cultivan manzanas, uvas u otras frutas. Al suelo le gusta variar y le toca al productor satisfacer este deseo a tiempo para mantenerlo motivado.